Las Vegas I

DÍA I: 14-8-09 Viernes

Lo que os contaré a continuación es el viaje a América que hice en 2009 con mis papis Luismi y Susa, y los titos Carlos y Marta. Sí, a la América de las películas de Hollywood, de indios y vaqueros, y del rock’n’roll. Mis compis tuvieron que sacarse un carnet de conducir especial, seguros de viaje, la tarjeta E.S.T.A., pero a mi no me hizo falta nada. Así que todos los títeres que me estéis leyendo, recordad que debéis vacunaros contra la carcoma, los que seáis de madera, pero no es necesario ningún otro trámite.
Me hicieron madrugar más que cuando voy al cole, porque había que coger un vuelo a las 11:30. Aún soy pequeño y no entiendo eso de facturar, pasar por los detectores, y esas cosas que hacen en los aeropuertos, ni por qué nos levantamos a las 6:30 para poder llegar a esa hora. Pero los mayores se ponen nerviosos rápido y siempre quieren tener tiempo de sobra por si pasa algo no planeado. En adelante me haría un poco de lío con las horas, ya que en EE.UU hay seis de diferencia.
Tras ocho horas de vuelo llegamos a Nueva York, pero no para quedarnos, porque había que hacer trasbordo a Las Vegas. Lo que había escuchado de los policías que son tan malos y que te tratan fatal en los controles de seguridad, creo que es falso, ya que fueron muy amables, incluso un oficial nos dijo que había estado en la academia de infantería de Toledo y otro se puso a cantar “Viva Las Vegas” cuando me preguntó a dónde viajábamos. Para pasar el rato, tita Marta se come una magdalena rara que allí llaman Muffy, de color azulada y con nombre de tebeo del oeste americano: Blueberry. Tras cinco aburridas horas, a las 19:30 sale el vuelo a la ciudad en la que alguien se portó mal, ya que la llaman “del pecado”: Las Vegas. Otras 5 insoportables horas más, en las que vi cómo papi Luismi sufría por su espalda dolorida, hasta que alcanzamos el destino deseado.
¡Qué bonita urbe!, ¡celebran la navidad todo el año!. Hay luces, destellos y colorines por todas partes. Las máquinas para que los adultos jueguen están incluso en el aeropuerto y todo son enormes carteles publicitarios con espectáculos de todo tipo.
Nos montamos en un taxi y pienso que todo es un sueño y que hemos vuelto a España, ya que el conductor habla castellano, algo normal por allí. Pasamos por primera vez por lo que llaman el Strip, donde están la mayoría de casinos famosos. Parecen gigantes disfrazados como en la película Tron.
Nuestro hotel era el Caesars Palace y es temático sobre los antiguos griegos y romanos. Espero que no haya nada relacionado con las matemáticas y esos rollos que se inventaron estas civilizaciones para que estudiáramos en el cole. Tiene el llamado Forum shop con más de 180 tiendas y 25 restaurantes, y también hay un espectáculo animado una vez por hora, con estatuas que toman vida.
Está todo lleno de columnas, escaleras, jardines, estatuas de mármol y fuentes donde dan ganas de tirarse y quedar flotando.
Nos hicimos una foto con la figura del primer emperador de Roma, Octavio Augusto, que creo que era el jefe de esa época. El aire acondicionado estaba tan fuerte que mis patitas parecían palos de polo de helado. No se cómo los americanos aguantan esto. Que si, que hacer calor, pero seguro que nos constipamos.
Tras recoger las llaves, fuimos a la habitación por laberínticos pasillos. Menos mal que iba con la familia, porque yo solo hubiera necesitado un mapa para llegar. Apagamos el aire en las “rooms” (¡estoy aprendiendo inglés!) y aún así teníamos frío. El baño estaba muy limpio y cuidado, con teléfono al lado del báter y papel de baño decorado y dobladito, acabado en punta.
Estábamos muy, muy cansados, así que fuimos a cenar pizza, perritos y refrescos en uno de los pocos sítios que había abiertos a las 12 de la noche. ¿A qué hora cenan los de aquí?.
Me quedé dormido escuchando el ronroneo de fondo de la gigantesca ciudad, pensando que era algún electrodoméstico que se habían dejado puesto mis papis.