Granada

Tito Rodri y tita Tati son geniales. Ellos fueron los primeros en llevarme a Granada, aunque luego haya vuelto varias veces. De hecho, en una semana, me enseñaron Ávila y Granada. Aprovechando que no estaba mamá, hice de todo lo que no me deja. Bebí, fumé... Y porque no me dejaron, que si no, seguro que hasta habría ligado, como hice en Tallín. Luego he vuelto allí con tiita Mária, tiito Justo y la terrible tiita Meri, que tanto me envidia, y siempre me quiere arrancar una orjea.
Siempre que voy a Granada, intento pasarme por cinco sitios que para mí tienen algo especial.
El zoco, junto a la Catedral es un torbellino de colorido. Para empezar, un consejo, acude siempre con las manos en los bolsillos, y cuando lleguen las gitanas con la ramita, diles que ya te ha leído la mano su hermana. Luego, aún sin saber regatear, sacas buenos precios a lo que quieras comprar. Pero basta decir que no quieres algo un par de veces para que los vendedores, jugando como que estás regateando, te rebajen lo que quieres algo más.
Muy cerca, en la calle de las teterías, Caldería Nueva, me encanta particularmente una llamada As-Sirat. Tanto la decoración, como el trato y, por supuesto, los tes, son buenísimos.
Mi favorito es el nazarí con hielo y mucho, mucho, y digo mucho azúcar. Aunque tampoco hago ascos al paquistaní con leche, o incluso al té moruno.
La tercera parada es el mirador de San Nicolás, evidentemente, desde el que se ve una de las mejores vistas de la Alhambra, con Sierra Morena al fondo. No incluyo esta en el repertorio, porque no siempre tengo tiempo ni dinero para acudir.
Para comer o cenar, cerca de la Puerta Nueva, me gusta ir al retaurante de la Porrona, enorme mujer, la simpatía en persona, a la que tienes que dejar que te aconseje las tapas que comas. Buen trato y muy barato el lugar, en un entorno privilegiado con mesitas en la calle. Lástima que en mi última visita estuvieran preparando las Cruces y no pudiéramos disfrutar de la tortilla porrona.
Y para terminar, no te puedes perder los baños del Aljibe de San Miguel. Una auténtica gozada de cambios de temperatura, tes y masajes. A mí me encanta pasar del agua ardiendo a la helada y al revés. La primera vez impresiona, pero después...
Y no quiero hablar de los bares de noche, de las calles Elvira y Pedro Antonio de Alarcón, del Rabo de Toro o el Enano Rojo.
Por cierto, que si tenéis fuerzas para levantaros el domingo, hay en la calle Acera del Darro, junto a Correos, un mercadillo numismático -aunque mi primito Xavi, del Circulo Nunismático de Barcelona- no encontró allí demasiado. Más bien me quiso vender el muy catalán...

Ávila

Y dicen que Toledo es frío… Si no fuera porque Tito Rodri me arropó hasta las orejas (es algo simbólico, ya sé que soy tuerto de oído), me hubiera cogido un resfriado de caballo (en mi caso de Troya, ¡vale!).
Pero lo mejor de todo es que la visita me la hizo de día y de noche, lo cual me deja una visión doble de esta increíble ciudad. Por el día es cálidamente gélida, no sé si he visto unas murallas más hermosas en mi corta vida, pero auguro que un día de estos marcho a oriente. Las recorrí casi por completo, ya que se puede subir a su adarve, donde se divisa una gran parte de la ciudad y la provincia. Por si no lo sabéis, son las únicas murallas que se conservaron en su totalidad tras la desamortización, el motivo es que en esa época había tan poco dinero en Ávila que no tenían ni para derribarlas (no es broma), lo que son las crisis…
Arriba se pueden ver también las iglesias, una por cada puerta de acceso al casco; pero lo más impresionante es ver como la Catedral forma parte de la propia muralla (la verdad es que no es un templo muy llamativo, pero sí la forma de su cimborrio y el poder ver dentro de ella tres estilos arquitectónicos diferentes).
Dejo de extenderme en lo meramente artístico y os avanzo que la noche no está nada mal, pero me dijo el tito que son los jueves los días que más marcha tiene la ciudad (y no va el muy capullo y me lleva el sábado… con lo que me gusta a mí el pirriaque!).
Además, es una de las ciudades en las que la tapa te sale por la face, lo cual es de agradecer en estos tiempos (lo pinchos suelen ser generosos y, encima, tú eliges el que quieras). Hay, por cierto, un bar de copas –el Delicatessen- en el que nada más entrar te encuentras un salón al revés, parece que estás en el hiperespacio, y como lleves una copa de más ni te cuento.
Y aunque no os lo creáis, Rodri me llevó al ensayo de su grupo, O.U.T. ¡Qué buenos son, los jodíos! (es que me dijo que, o lo decía tal cual, o me cortaba la otra oreja; podéis escucharlos en su myspace: www.myspace.com/outexit ). Por cierto, me he enterado que tocaron en el Círculo y no me llevasteis, ¡esto no os lo perdono!
Por si no lo he dicho, Ávila es la caña, ¿no lo he dicho? Pues lo digo: es la caña. ¿Os queda claro? Es LA CAÑA

Valencia, 13 de diciembre de 2008



Cuando un plan se viene abajo, hay que tener la capacidad de buscar otro que lo sustituya, y a ser posible, lo mejore. Eso hice yo cuando me fui a Valencia. La tita M. y la tita Cris (esa que se empeña en decir que soy una nena) hicieron una escapada de lo más breve. Aun así nos dio tiempo a ver un poco la ciudad, aunque nuestro guía improvisado no la conociese del todo bien.

En 24 horas y con un concierto de por medio, apenas hay tiempo para un paseo por la zona más turistica de la ciudad. Si lo haces en fin de semana y antes de navidad, podrás comprar lotería en cualquiera de las administraciones que llenan las calles del casco. Arriba estoy en la plaza del Ayuntamiento, enfrente del mismo. Y en la foto de abajo tengo detrás la torre de Santa Catalina.
Os puedo desrecomendar el hostal donde nos quedamos: creo que me gustó tan poco que he olvidado su nombre. No pasa nada, ojeo la factura y os lo pongo otro día. Estaba en pleno centro pero el personal era muy desagradable. La próxima vez probaré otro.
La playa de la Malvarrosa es sin duda la más conocida de la ciudad. En su paseo marítimo hay puestos de venta ambulante donde siempre encuentras algo que comprar. El tiempo no acompañó nuestra escapada, así que iré comprando la protección solar para la próxima vez. Nononononono, no me preguntéis más sobre Valencia, ya volveré con más tiempo.



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Estoy en el Facebook

Una marioneta molona y moderna como yo no se iba a conformar con un blog.
Ayer me creé una cuenta en facebook. Si me quieres conocer soy Pumuky Viajero.
Te puedes hacer de mi club de fans, o proponerme viajes.
A, y también tengo correo: pumuky.viajero@gmail.com

ANDALE ANDALEEEEE!!!


Muy buenas. Estoy haciendo la mochila para irme de nuevo de viaje, creo que está claro a donde voy.... En cuanto vuelva os cuento mis últimas escapadas, un beso,
Pumuky

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África en Rosa II: Saint Louis


La ciudad colonial de Saint Louis está situada en una diminuta isla (apenas dos kilómetros de largo y unos 400 m de ancho) en el Río Senegal, muy cerca de su desembocadura en el Atlántico y separado del mismo por la Langue de Barbarie, una “lengua “ de arena habitada por dos pequeños barrios. Su peculiar situación geográfica la ha llevado a ser conocida como la “Venecia africana”. Siete años antes de que yo naciese, otros ya se dieron cuenta de su belleza y desde entonces forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Los oriundos de este rincón de Senegal son igualmente bellos por dentro y por fuera: amables y hospitalarios con los visitantes; con rostros suaves y risueños. Uno de ellos me invitó a tomar té de la manera tradicional senegalesa, es decir en tres fases. El té más propio de Senegal es el té verde. El ritual incluye tomar un primer vaso tal cual, con mucho azúcar para endulzar nuestro cuerpecitos. Después añaden hierbabuena al segundo vaso. Y el último se toma también con hierbabuena.
Cuando hierve el agua, lo van cambiando de un vaso a otro hasta que sale espuma. Allí todos comparten y beben del mismo vaso. Saint Louis fue fundada en 1659 por marineros de Normandía y recibe el nombre en honor a su ancestro, el soberano reinante Luis XIV. Durante más de dos siglos la actividad económica de la ciudad fue el comercio de esclavos. En la actualidad su comunidad de pescadores (con más de 4000 tripulaciones) es una de las más notables del Africa Occidental.
Nos alojamos en el Hotel Residence. Su decoración recuerda los años cincuenta en Francia. Los trayectos de una ciudad a otra los hacíamos en el coche de la foto de arriba, que se ve muy mono pero era un poco trasto. Eran frecuentes las paradas para revisar su funcionamiento. Ahora, nuestro guía era encantador. No quiso que me marchara sin dejarle una instantánea de recuerdo.
Si os fiajáis bien, os daréis cuenta que mis titas me cambiaron de peinado, más acorde con el de los pekes de allí. Unas cuantas trenzas que eran muy cómodas, porque con el aire que hacía siempre iba despeinado. En unos dias, os cuento sobre el desierto de Loumpoul, próximo destino de nuestra aventura africana.

África en Rosa I: El lago Rosa


A veces alguna de mis titas tiene ideas peculiares y cogen la maleta y se van de vacaciones a Senegal, y me diréis, ¿qué tipo de personajes quieren visitar Senegal?. Pues las titas Marta y Miriam, y desde que estuvimos, a otros muchos se les han puesto los dientes largos y han pensado en ir también. Mis pequeños bracitos sufrieron unos cuantos pinchazos para prevenir cualquier tipo de infección (sobre todo teniendo en cuenta que en cuanto me descuido, mi oreja se resiente). Senegal es un país increíble, cuyos habitantes son maestros artesanos de, entre otros materiales, la madera. Ése fue el motivo de que me volviese popular en mi estancia allí.
El lago Retba fue nuestra primera parada. Ése es su verdadero nombre, pero hoy en día es conocido como Lago Rosa. La verdad es que es un buen lugar para finalizar el Paris- Dakar, aunque yo solo encontré algún auto similar al de la foto. Si os estáis preguntando de donde viene el nombre del lago… pues sí, se debe a que, entorno al medio día, las aguas se vuelven completamente rosas ( como la pantera, jeje). El lago tiene una alta concentración de azufre y sal (de hecho la concentración de sal es mayor que la del Mar Muerto) lo que provoca que, cuando inciden sobre él los rayos del sol, cambia de color. Por cada dos litros de agua se puede sacar un kilo de sal, así que también acertaréis si estáis pensando que quizá flotas en el agua.
Es todo un espectáculo para los viajeros como yo observar cómo extraen la sal del lago: los trabajadores cubren su piel con una manteca que se extrae de algunos árboles y así se protegen de la sal. Usan pequeñas barcas para sacarla y luego la descargan a las orillas del lago,para que se seque, formando pequeñas cordilleras de sal alrededor de las aguas. El comercio de la sal es la principal fuente de ingresos de muchas familias senegalesas. Os cuento más de aquellas tierras en breve...


La Diosa del Ámbar VII: Trakai

Visitar Trakai para la gente de Vilna (Vilnius, capital de Lituania) tiene que ser como aquí ir a los jardines de Aranjuez desde Madrid o Toledo: una excusión rápida de un día a un lugar precioso, donde dejas disfrutar sin estrés a los sentidos, y con un poquito de historia. Eso sí, tardas un poquito más en llegar que a Aranjuez porque son tres cuartos de hora de autobús para veintisiete kilómetros.
Trakai es la antigua capital lituana en la Edad Media. Es tierra de lagos, a los que acude la gente a bañarse, nadar, navegar o hacer windsurf. Junto a los yates o las tablas, puedes ver a señoras mayores haciendo la colada. Pero sobre todo la localidad es famosa por su precioso castillo en el interior de una isla. Se trata de una gran vista, que merece casi más la pena ver de lejos que visitar por dentro (algo sorprendentemente caro para lo barato que es el país).
Porque por cuatro duros puedes hacer compras de recuerdos chulos; puedes comer y beber bien; y puedes alquilarte una barquita para navegar alrededor del castillo. Justo frente al castillo, hay un montón de puestecitos de recuerdos. El ámbar y todo lo demás está bastante más barato que en otras ciudades bálticas. También por allí hay algunas terracitas para come con vistas. Yo comí por 5,5 euros, con cerveza de medio litro incluida. Eso sí, cuidado con las avispas suicidas, que se te meten en la bebida en cuanto que te descuidas. A la hora de alquilar un patinete o una barca de remos, pregunta precios antes, y si puedes pregunta en varios puestos. A y ¡cuidado con no chocarte con los puentes!
El bucólico paseo en barca se puede completar con un paseo por el castillo peninsular y una visita a las iglesias (estamos en Lituania, jeje, está lleno de iglesias) entre lago y lago. Repón energías, que las necesitarás para coger otro de esos trastobuses que unen Trakai con Vilna. Por cierto, coge pronto el autobús, no sea que te toque ir de pié.



La cerveza del día recomendada en Trakai es la
Kalnapilis


Más información sobre Estonia, Letonia y Lituania, en el blog amigo El Rincón de Díkaios.
Por cierto, si quieres fotos curiosas de Trakai, mira aquí.

La Diosa del Ámbar VI: Vilna

A Vina (Vilnius, capital de Lituania), le comparan mucho con Cracovia por su elevado número de iglesias. Das una patada a una piedra y no aparece una, sino tres o cuatro. Las hay de todas las formas, tamaños y colores. Incluso, las hay apuntaladas a punto de caerse al suelo.
Si visitas el Báltico, compra los regalos en Vilna. En los tres países hay los mismos productos, pero en Lituania son infinitamente más baratos. Incluso tomar una caña o comer en la plaza principal de la ciudad, junto al Ayuntamiento, es bastante barato, si lo comparamos con los precios en España.
Al margen de las iglesias, merece la pena un paseo alrededor del río, empezando quizás por la catedral, para terminar subiendo al anochecer al mirador de la ciudad. Allí llama la atención encontrarse en verano a cientos de jóvenes haciendo lo propio de botellón. Y es que en estos países saben apreciar la cerveza.
Por cierto, no visites Lituania si no te gusta el baloncesto.


La cerveza del día en Vilna es la
Utenos

Más información sobre Estonia, Letonia y Lituania, en el blog amigo El Rincón de Díkaios.
Por cierto, si quieres fotos curiosas de Vilna, aquí.

La Diosa del Ámbar V: Tallin

Lo primero que hice al llegar de noche a Tallín fue acercarme al Ayuntamiento. Allí, detrás de una barra de las rejas a ras de suelo del quinto arco por la izquierda, una amiga que había estado un par de días antes, me dejó un mensaje con un par de recomendaciones sobre qué ver en la capital de Estonia. La nota nos aconsejaba que debíamos tomarnos una caña en el Hell Hunt y visitar el Monasterio Dominico.
El Hell Hunt es el primer pub abierto en Estonia tras dejar de ser república soviética. Como en todo Tallín, la cerveza más cara está a euro y medio el medio litro. Hay varios ambientes agradables. Entrar al Monasterio Dominico es caro, pero puedes intentar negociar con las monjitas. Por cierto, que no te pierdas el estudio de pinturas que hay anexo. El tío es un borde de cuidado, pero las obras están muy chulas.
A Tallín últimamente le comparan mucho con Praga. La capital de Estonia es un sitio con mucho encanto medieval. De hecho, decían que era la más occidental de todas las cidades de la antigua Unión Soviética. A mí, diga lo que diga la guía de viaje con la que fui para allá, me parece me parece que hoy en día está ya un poco convertida en ciudad museo, una especie de parque temático 'Visita Tallín y sus monumentos medievales'.
Sí se parece a Praga, pero en más pequeñito y en caro. Porque hasta allí va mucho turismo nórdico. Y por las noches los fines de seman hay una marcha alucinante. Aunque, eso sí. Cenar es caro, pero irse de cañas o copas es bastante más barato que en España.
Al margen de los consejos de mi amiga, no puedes dejar de visitar la catedral de Tallín. Como es de estilo ruso, los estonios están debatiendo si la tiran a no, así que date prisa por si acaso.
Las murallas son muchas y se extienden en distintos tramos que vale la pena ver. Mientras vas bordeándolas, verás unas larguísimas escaleras que te llevan a un mirador con unas vistas espetaculares a la ciudad.
Dentro de la misma, a mí me enamoró sobremanera la zona medieval y el pasaje de Santa Catalina.
¿Qué es lo que no me gustó de Tallín? Pues los 'tallinenses' (¿se dirá así?) presumen de haber inventado el mazapán. Todo el mundo sabe que el mazapán se inventó en Toledo, donde hay varios conventos pleiteando por la patente.

Si vas a ir a Tallín, ahí van algunos consejos:
-La estación de autobuses está a sólo diez minutos andando del centro, por mucho que tardes en taxi un cuarto de hora. Así que ya sabes, sólo pilla uno si, como en mi caso, llegas de noche y sin plano. Lo bueno es que allí te dejan pagar en euros
-Por cierto, cambia a la moneda estonia ('tallarines' a partir de ahora) en la propia estación. Es el único sitio que encontré en el que no te cobran comisión.
-El transporte público a otras ciudades es pésimo. Si vas a hacer una excursión de un día, asegúrate de no volver en el último autobús, no sea que no lo haya.
-Bebe todo lo que quieras. La cerveza está tirada, y las copas también. Eso sí, a partir de las tres, sólo encuentras bares de streap tease abiertos. Ahora entiendo por qué estaban ya allí borrachos a las diez de la noche.
-Por cierto, allí son europeos para lo que quieren; no te venden alcohol en las tiendas a partir de las diez de la noche.
-Del Eurohostel decía la guía que tenía habitaciones sosas y moqueta azul. Pues estaba bastante sucio; no sólo las moquetas. Si lo que quieres es dormir amontonado, entre sábanas y somieres sucios, con un solo baño para tíos y dos para tías (ninguno para marionetas), con un trato desagradable, en un sitio donde te repiten que pagues ya, te hacen salir antes de tiempo, te meten gente de más en la habitación y te quieren cobrar siempre de malos modos y sin aviso hasta por dejar las maletas, tu sitio es el Hostal, en la calle Nunne, 2. Si no, búscate otro alojamiento, aunque sea más caro.
-A, y si vas a ir otras localidades bálticas, no compres los recuerdos en Tallín. Son los mismos, pero más caros.

Pd.: Si te han gustado otras cosas en la ciudad que yo no menciono, propongo que las escribas y las dejes en un mensaje secreto en las rejas del quinto arco por la izquierda.
Y si al llegar allí ves un mensaje, leelo y déjalo. Pero mándame una foto del lugar.



Muchos bares de Tallín, como el Hell Hunt, tienen su cerveza propia.

Pero la más común en la ciudad es la A.Le Coq, una pilsen muy suavecita que da nombre al estadio de fútbol de la ciudad


Más información sobre Estonia, Letonia y Lituania, en el blog amigo El Rincón de Díkaios.

La Diosa del Ámbar IV: Haapsalu

Haapsalu es un sitio bonito, pero totalmente distinto a lo que esperábamos. Es un lugar muy extraño, de difícil acceso, con una población muy extraña, como de película de miedo, de esas en las que todo el mundo oculta un terrible secreto.
Nosotros fuimos hasta allí por recomendación de la guía de Anaya. Nos contaba que era un lugar que estaba intentando recuperarse como balnearios en el Báltico. También decía que lo frecuentaba Tchaikovsky, y que en homenaje al músico ruso, su paseo marítimo tenía bancos de mármol con relieves de notas musicales. Así que muy contentos nos fuimos nosotros a Haapsalu con nuestro bañador.

Una vez allí, descubrimos que Tchaikovsky había estado una vez en el pueblo, y que por esa razón le habían dedicado un banco, eso sí, no sólo con relieves de notas, también con hilo musical. Además descubrimos que las playas bálticas, al menos en Haapsalu, eran una ilusión nuestra. El denominado como paseo marítimo era un vial situado a medio metro sobre el mar sobre un rompeolas con vistas a las aguas marinas más muertas, tranquilas y contaminadas que jamás he visto. Total, hacía tanto frío que como mucho sólo habríamos metido un pie de haber existido playa.

También hablaba nuestra guía de la Dama Blanca de Haapsalu, que se aparece cada luna llena de agosto en una ventana del castillo.

Casualmente, fuimos en esa fecha, aunque sin la intención de esperar al fantasma. Pero al final casi nos toca dormir con él. Bueno, lo vimos en las chapas y cuadros, que sí saben allí explotar su figura.

La verdad es que salimos tarde de Tallin. El traslado en autobús a la estación nos confirmó que, como nos temíamos, el taxista de dos días antes nos había dado un buen paseo turístico.

Pero para paseíto turístico el del autobús a Haapsalu. Tardamos más de tres horas en hacer 99 kilómetros. Llovía. Y los caminos, sí, caminos de tierra por los que íbamos eran barrizales bacheados. Como dice un amigo, la antigua URSS tuvo que gastarse todo el dinero en armas, y abandonó las carreteras. Nosotros teníamos la impresión de viajar en el mismo autobús y por los mismos caminos que lo hizo Tchaikovsky. También paramos en pueblos en los que sentíamos que estábamos en el auténtico culo del mundo. Si Valga nos recordó al barrio toledano de Korea, aquello era como una sucesión de edificios que a mí me recordaban las Cuarenta y Ocho Viviendas Sociales del Polígono.

La parada de autobuses de Haapsalu está en la antigua estación de trenes, convertida hoy en museo del ferrocarril. A la puerta había un mercadillo tipo martes, pero muy cutre.

Partimos en busca de la oficina de información turística, para ver si nos daban un mapa, pero la deficiente señalización nos hizo perdernos. Por lo menos, teníamos el convencimiento de que andábamos hacia la zona turística. Tras un rato sin encontrarnos con nadie a quien preguntar, nos cruzamos con tres niñas vestidas a lo Spice Girls. Su estampa era lo último que nos imaginamos encontrarnos en aquel lugar. A nuestras preguntas en inglés respondieron con un rostro de escojone y al final con un escueto "don't know". Unos metros más adelante, unas señoras más normales nos dijeron que la oficina estaba cerrada, pero nos recomendaron que preguntáramos en un hotel vecino.
Allí ya vimos un haz de luz entre las nubes, al menos imaginariamente. En el hotel, nos atendieron muy amablemente, nos indicaron dónde estaba la información turística, nos dieron un plano y hasta nos miraron por internet que había autobuses a Tallin cada media hora. No nos costó encontrar la calle principal, donde vimos el castillo. Pero antes de visitarlo, decidimos buscar la dichosa oficina, sólo para descubrir cuando llegamos que acababa de cerrar. Cogimos un plano y nos fuimos a comer.
Aquella comida, sin salir de la misma calle, salió barata. Fue en un autoservicio decorado al estilo de casa de Cuéntame. Presumen los estonios de haber inventado la hamburguesa, y la verdad es que la que allí probamos estaba tremenda. Supongo que a esas horas los únicos que comemos somos los españoles. Al irnos les cedimos nuestro sitio a un grupito que nos bajó la moral al informarnos de que habían llegado rápido en coche. Tomamos nota: para la próxima excursión a estos países, alquilaremos uno.
Proseguimos bajo la lluvia, ahora sí, al castillo. Se trata de una antigua fortaleza episcopal casi en ruinas. Contrasta la pobreza del país con los tremendos juegos infantiles del castillo, con barco pirata incluido. En el interior de la fortaleza además de un restaurante-merendero, más juegos tradicionales. Creo que había que pagar para subir a la torre, pero nosotros nos colamos con la confusión de la lluvia y el poco celo de los funcionarios. Para variar en este viaje, nos tocó subir escaleras estrechas. Las vistas debían de ser bonitas, pero estaba demasiado nublado. Y arriba del todo nos encontramos metidos en medio de un estruendoso concierto de campanas.

Tras comprobar a la salida que los recuerdos estaban caros como habíamos visto en el resto del país, dejamos que unas notas musicales guiaran nuestros pasos. La localidad es famosa por sus festivales veraniegos, y allí estaban ensayando algo.
Fuera del castillo, nos encontramos un mercadillo más turístico esta vez. No llamaron la atención los pescados secos, un tanto asquerosos, y otro puesto que no sabíamos de qué era, pero estaba plagado de avispas. Los embutidos y quesos tenían buena pinta.

Seguimos hacia el norte, camino del presunto paseo marítimo, par decepcionarnos con el agua sucia y la falta de playa.
El mar estaba tranquilo y brumoso. Y nosotros seguíamos andando en busca de aquellos bancos prometidos con notas musicales, que se quedaron en uno. Al menos, tenía música.Visto aquello, dimos un pequeño paseo, pero ya de regreso, que no queríamos llegar tarde a Tallin. Cruzando la acera de la calle, había un laguito interior, como el Mar Menor, esta vez más limpio y con peces. Nos paramos uno segundos a disfrutar del paisaje en un pequeño embarcadero, en el que había una familia oriunda preparando una barbacoa.
Nos compramos un helado y volvimos a la antigua estación de trenes, no sin antes ver el romántico cementerio de la ciudad.
Nos hubiera sorprendido que en este país hubiera información de los autobuses en la estación. De hecho, nos habría sorprendido utilizar en transporte público de Estonia si no hubiéramos tenido ningún problema. Y con lo de tardar tres horas ya contábamos.
Sin nadie en las taquillas, ni información en lugar algunos, preguntamos a un grupito de gente que había en una parada. Hablamos en inglés, por supueto. Al principio, se miraron todos perplejos y no contestó nadie. Después, un hombre nos respondió al fin que todos ellos iban a Tallin. ¿A qué hora pasaba el autobús? A las siete, más o menos. Eran las siete y diez. Esperamos un buen rato resguardados de la lluvia bajo la parada, hasta que llegó un autobús que iba a otra ciudad. Nuestros compañeros de espera se pusieron a discutir con el conductor y se largaron. Menos mal que una mujercita supersimpática vino a informarnos: no había otro autobús a Tallin hasta las nueve.
Con la mujercita nos fuimos a esperar al interior de la estación. Allí conocimos a una de las personas más desagradables del viaje: una especie de bedel. A aquellas horas no quedaba nadie para informarte, pero sí esta señora para cobrarte por ir al baño y ponernos mala cara cuando nos tomamos un café con la mujercita simpática.
¿Qué harías si tuvieras una estación de trenes en una ciudad en la que no va el tren? Pues llevas cuatro locomotoras que retires de la circulación y te montas un museo nacional del ferrocarril. Eso han hecho en Haapsalu.

Nos dio tiempo a ver el todo el museo, observados con curiosidad por los chavales malotes del pueblo. Al rato llegó un tipo histérico preguntando por el autobús. El tío pesaba más de cien kilos de mala hostia, pero la señora desagradable lo mantuvo a ralla a base de una mala hostia todavía peor. Eso tuvo que ser suficiente para ella: cuando le preguntábamos algo, se hacía la tonta, pero bien que se hizo entender cuando nos amenazó con una enorme llave de hierro en la mano.
En fin, que con la estación cerrada, nos dio tiempo a que la mujercita simpática nos llevara a un súper para comprar la cena, que no hay mal que por bien no venga. Regalamos nuestro plano a unos guiris recién llegados que andaban tan despistados como nosotros al principio y nos fuimos en aquel horrible autobús a Tallin, que era sábado y la ciudad, atestada de guiris de juerga, me recordó a Lloret de Mar.

Más información sobre Estonia, Letonia y Lituania, en el blog amigo El Rincón de Díkaios.